COL SORRISO D´INNOCENZA
Por Fernando Fraga. DIVERDI. 2007
Se conocía ya a Laura Alonso, discográficamente hablando, merced a un registro dedicado a compositores de su tierra gallega(Groba, Baldomir, Gaos, Castro…) acompañada al piano por el solvente teclado de Manuel Burgueras.
Daba así a conocer la importancia de su voz, su buen oficio y la cuidada musicalidad, a partir de unos medios de soprano lírico-ligera que en un escenario operístico desplegaba a través de personajes como Gilda, Pamina, Zdenka, Mimí o Blanche de la Force, los roles de sus comienzos alemanes.
Pero ha pasado una década y, amparada por su experiencia, el paso del tiempo y sus loables ambiciones artísticas, la soprano pontevedresa se enfrenta ahora con orquesta, una flexible Filarmónica de Málaga manejada por la experimentada batuta de Alexander Livenson, a unos personajes de mayor estatura instrumental y dramática del catálogo belcantista y romántico. Tales como Imogene, Beatrice di Tenda, Pamira, la Stuarda, Adelia, Emilia di Liverpool y Rosmonda d´Inghilterra, o sea, heroínas que fueron infalibles vehículos para dar cuenta del arte de precedentes mitos del canto, pioneras de éste repertorio como fueron, en primer y único lugar María Callas y, tras ella Leyla Gencer, Beverly Sills, Joan Sutherland y Montserrat Caballé. En tan complicada tarea, la Alonso, como si quisiera unir en una a las dos Ángeles Ottein(una excelente ligera de origen gallego) y Gulín (dramática de agilidad por excelencia, orensana), manteniendo la riqueza de sus inmediatamente atractivos, hermosos y límpidos medios, equilibrados y suficientes de registros, supera con holgura las enormes pruebas a las que se ve sometida la cantante, en recitativos de tensa dramaticidad (Ah, s´io potessi, Ancor non giunse) andantes de penetrante patetismo ( Regnava nel silenzio, Ah, non credea mirarti) o tornasolado lirismo( Giusto ciel in tal periglio).Vocalmente sin fisuras, en planteos absolutamente ortodoxos, tan sólo la intérprete se muestra un tanto prudente, esperando que el paso de los años y la madurez como tal le aporten nuevas armas de persuasión, aunque las que ya posee sean suficientes, incluso brillantes, para sacar adelante una soberana y exigida carrera.